lunes, 6 de agosto de 2007

El ensayo y su estructura

“ El ensayo es un discurso literario en cuanto a construcción lingüística, es decir, como proceso mediante el cual las normas sintácticas organizan las oraciones e imponen a sus elementos un cierto orden que las hace inteligibles. Pero también lo es en cuanto a construcción representativa, puesto que hace surgir ideas, conceptos, reflexiones, opiniones, juicios, etc. También sucesos o acontecimientos, objetos o cosas, personajes, etc. útiles para configurar una argumentación. Esto es, para poner en claro algo, para descubrir algún aspecto nuevo, para impugnar una opinión ajena, etc. “
(Muñoz, Luis: Acta Literaria 3-4 , 1979, págs. 85 – 101)



EL ENSAYO COMO DISCURSO, ALGUNOS RASGOS FORMALES


1. Descripción General

El ensayo es un discurso(1) literario en cuanto construcción lingüística, es decir, como proceso mediante el cual las normas sintácticas organizan las oraciones e imponen a sus elementos un cierto orden que las hace inteligibles. Pero también lo es en cuanto construcción representativa, puesto que hace surgir ideas, conceptos, reflexiones, opiniones, juicios, etc., también sucesos o acontecimientos, objetos o cosas, personajes, etc., útiles para configurar una argumentación. Esto es, para poner en claro algo, para descubrir algún aspecto nuevo, para impugnar una opinión ajena, etc.
Nos proponemos, pues, formalizar algunos rasgos específicos del ensayo en tanto discurso, en tanto un tipo especial de discurso.
El ensayo se nos ofrece, por lo pronto, como un discurso escrito. Tal hecho nos pone en presencia de una enunciación escrita. De tal modo que quien escribe se enuncia escribiendo. Importa destacar que, por lo tanto, el enunciante no sólo representa algo, sino que él mismo se enuncia en el proceso de la escritura. De ello se desprende otro aspecto que interesa al análisis literario. Si el proceso de la enunciación oral es un acto único e irrepetible, dadas las condiciones en que se profiere, instancia y situación discursivas, lo mismo ocurre con la enunciación escrita, salvo que ella queda grabada y su manifestación lingüística permanece. Esa permanencia permite, sin embargo, una latencia en cuanto proceso, hasta que un lector lo actualiza mediante la lectura. Lo cual también permite al analizar la observación y el registro de la organización y de la articulación lingüística mediante la cual se ha buscado la expresión de las ideas, como también de las marcas formales de la presencia del sujeto en su discurso, incorporada así la instancia y la situación que permite que "lo intentado" sea deducible de lo que permanece en la obra o en el texto; el sentido que expresan las oraciones en la cadena o en la secuencia argumentativa.
Por otra parte, recordemos que el término ensayo y lo que designa fue empleado primeramente, en el ámbito de la literatura occidental, por Michel de Montaigne al titular su único libro: ESSAIS(2). Es a Montaigne a quien se Ie reconoce como el fundador de este género moderno. Desde entonces se ha seguido usando este término, con la forma que revistió el discurso de: Montaigne. Propuesto así como modelo para quienes, en lo sucesivo, se propusiesen asimilarla.
A este respecto, también queremos recordar cómo un escritor español del siglo XVII, posterior a Montaigne, don Francisco de Quevedo, en sus escritos o discursos, al citar el libro de Montaigne, traduce el término francés Essais por Discursos(3). La denominación dada por Montaigne a sus escritos tiene el propósito, sin duda, de distinguir tales escritos de otros ya establecidos en sus formas. El término tiene una procedencia latina, común para las lenguas romances, en el latín tardío EXAGIUM 'acto de pensar (algo)'(4). Es así como en sus escritos va precisando el sentido que para él va teniendo esta palabra:
'Es el juicio un instrumento necesario en el examen de toda clase de asuntos, por eso yo lo ejercito en toda ocasión en estos Ensayos. Si se trata de una materia que no entiendo, con mayor razón empleo en ella mi discernimiento, sondeando el vado de muy lejos; luego, si lo encuentro demasiado profundo para mi estatura, me detengo en la orilla. El convencimiento de no poder ir más allá es un signo del valor del juicio, y de los de mayor consideración" (5).
Del mismo modo en el Libro II, cap. X "De los libros", dice:
'Bien sé que con frecuencia me acontece tratar de cosas que están mejor dichas, y con mayor fundamento y verdad, en los maestros que escribieron de los asuntos de que hablo. Lo que yo escribo es puramente un ensayo de mis facultades naturales, y en manera alguna de aquellas que con el estudio se adquieren; y quien encontrare en mí ignorancia no hará descubrimiento mayor, pues ni yo mismo respondo de mis aserciones ni estoy satisfecho de mis discursos" (6).
En tal sentido, el término ensayo aparece relacionado con la noción de juicio de reflexión, de ejercicio de las facultades naturales, y con la noción de discurso, como expresión manifiesta.

2. Distinción de niveles del discurso

De acuerdo con lo que llevamos dicho, el ensayo se nos ofrece como un discurso escrito susceptible de ser examinado tanto en el plano del enunciado como en el de la enunciación.

3. El enunciado

El ensayo es, pues, un discurso escrito representativo. Esto es, un discurso construido por una serie de oraciones que enuncian juicios, reflexiones, verdades universales, opiniones comunes, sentencias, máximas, aforismos, etc. Del mismo modo pueden hacer referencias a acontecimientos o sucesos, objetos o cosas, personajes, etc. Oraciones que, por lo tanto, manifiestan una capacidad denotativa máxima, con el propósito de argumentar.
Al considerar el plano del enunciado hemos tomado la lengua en su función comunicativa, esto en lo que Benveniste entiende por semántica(7). Así es que la expresión es la oración o la proposición, considerada como unidad de la producción del discurso. Se trata entonces de examinar la lengua en cuanto a "lo intentado", a lo que el emisor quiere decir, a la actualización lingüística de su pensamiento. Ciertamente que la oración o la proposición es una unidad de relación, de organización de unidades menores, como son las palabras. La palabra es para Benveniste la unidad mínima del mensaje y la unidad necesaria del código del pensamiento. Es, entonces, en la organización, en la articulación de las palabras donde se manifiesta el sentido, la idea que se quiere expresar.

3.1. La secuencia argumentativa

La relación interoracional o transoracional sigue, en un cierto grado, un ordenamiento lógico de consecutividad o de causalidad que le otorga a este tipo de discurso una disposición unitaria. Esta disposición unitaria integradora la denominaremos secuencia, puesto que dicho término implica una noción, una idea de encadenamiento o de concatenación o de orden(8); y también de un modo similar a como concibe la secuencia narrativa C. Bremond(9). Pero como lo representado en el ensayo no son propiamente acontecimientos ni hechos ni sucesos, sino juicios, reflexiones, opiniones, etc., aun cuando se hagan referencias a acontecimientos, objetos o cosa o personajes, la secuencia representada en el ensayo es una secuencia de proposiciones, relacionadas, ordenadas en el propósito del esclarecimiento, del descubrimiento, de la impugnación, del debate, etc.; la llamaremos secuencia argumentativa.

3.2. Exposición

Los argumentos expuestos en el proceso discursivo fluctúan en la libertad que se concede el sujeto emisor para relacionarse con su referencia o con su destinatario. De aquí que los argumentos vengan a constituirse en los actuantes o agentes, como ocurre en el discurso narrativo o en el dramático. Debemos agregar, sin embargo, que estos agentes no están narrados o contados ni presentados actualizadamente como se da en la narrativa o en la dramática. La forma expresiva que reviste el ensayo es la exposición, considerada en oposición a la forma narrativa y a la dramática, como también a la forma de la lírica.

3.3. Dimensión temporal

De ello se desprende también que, en cuanto a la dimensión temporal de la secuencia argumentativa expuesta o enunciada, esa dimensión sea la del presente; así como la de la narración es la del pretérito, la del drama es la del futuro y la de la lírica es la del presente. Caso, este último, con el que coincide el ensayo, en este aspecto, y por lo cual se hace perceptible una relación genérica aproximativa.

3.4. Lo implícito

Esta secuencia argumentativa que sigue un cierto orden lógico no siempre se da completa. Por lo general casi nunca se da completa. Entendemos por secuencia completa aquella que tiene un comienzo, un medio y un fin. Así que en la secuencia argumentativa del ensayo puede faltar algún elemento entre el conjunto de proposiciones de apertura y el de cierre o, también, puede faltar algún elemento en el conjunto de proposiciones que cierra este tipo de discurso.
Este rasgo del enunciado del discurso ensayístico viene a constituir una pertinencia distintiva respecto de otros discursos argumentativos que no pertenecen a la serie literaria propiamente tal. La libertad que se da el emisor para relacionarse con su referencia o con su destinatario, le permite recurrir con cierta frecuencia a lo implícito, puesto que cuenta con el destinatario, haciéndolo parte de sus reflexiones. Este recurso a lo implícito puede ser voluntario o no, ya si se trata de la referencia enunciada o de la actitud que manifiesta el emisor.
Quizás cuando R. Barthes junto con mencionar un discurso paradigmático y uno sintagmático agrega un discurso entimemático(10) esté refiriéndose, en este último caso, a ese discurso que se construye mediante ese proceso silogístico retórico que se caracteriza, precisamente, por la falta, por la omisión de una de sus premisas o de la conclusión. Barthes mismo, en su excelente trabajo sobre "L'anccienne rhétorique. Aide-memoire"(11), explica con alguna detención y proligidad lo referido al entimema en la retórica antigua y a su práctica como un tipo de razonamiento en el pensamiento contemporáneo. La ocurrencia de lo implícito en la secuencia argumentativa del ensayo la aproxima y lo hace participar de este rasgo del discurso entimemático señalado por Barthes.

3.5. La plurivalencia

Así como lo representado en el discurso ensayístico son la ideas, juicios, reflexiones, opiniones, etc., como también hechos, acontecimientos, cosas u objetos, personajes, etc., aun cuando, en lo que se refiere a estos últimos, sólo se recurre a ellos para ejemplificar e inducir la reflexión expuesta; así la referencia inmediata evoca o cita otros discursos con lo que se interrelaciona de un modo más o menos explícito. De aquí el rasgo de plurivalencia(12) de este discurso. Claro está que todo discurso por ser un proceso de comunicación es ya plurivalente en grados distintos, sin embargo, para el ensayo es imperativa la evocación o cita de otros discursos. Y ello es así porque el ensayo se construye sobre algo ya formado o formulado previamente, sobre aquello que interesa al emisor para manifestar sus preferencias, sus afinidades o sus rechazos o diferencias, su particular punto de vista, en suma. He aquí lo que nos dice Montaigne, por ejemplo:
''A veces imagino dar cuerpo a un asunto baladí e insignificante, buscando en qué apoyarlo y consolidarlo; otras, mis reflexiones pasan de un asunto noble y discutido en que nada nuevo puede hallarse, puesto que el camino está tan trillado, que no hay más recurso que seguir la pista que otros recorrieron. En los primeros el juicio se encuentra como a sus anchas, escoge el camino que mejor se le antoja, y entre mil senderos delibera que éste o aquél son los más convenientes. Elijo de preferencia el primer argumento; todos son para mí igualmente buenos, y nunca formo el designio de agotar los asuntos, pues ninguno se ofrece por entero a mi consideración: no declaran otro tanto los que nos prometen tratar todos los aspectos de las cosas. De cien matices que cada una ofrece, escojo uno, ya para acariciarlo, solamente, ya para desflorarlo, a veces para penetrar hasta la médula; reflexiono sobre las cosas, no con amplitud, sino con toda la profundidad de que soy capaz, y la más de las veces tiendo a examinarlas por el lado más inusitado que ofrece(13).

3.6. La figurabilidad

En este mismo aspecto del enunciado del discurso ensayístico, podemos sostener que no es ajeno, en modo alguno, a la figura figurabilidad; en cuanto el emisor busca expresar ese particular punto de vista, dispone también la percepción de la lengua como tal, además del cumplimiento de la función significativa El grado de figurabilidad de este tipo de discurso permite, más allá de lo representado, una clasificación y caracterización de sus tipos, en la multiplicidad de los procedimientos elegidos para el efecto. Demás está decir que ello permite, además, reconocer la forma expresiva que unida a la forma del contenido, distingue a uno y a otro ensayista.

3.7. La dimensión simbólica

Dentro de este mismo nivel, al examinar la relación que la palabra tiene con lo que significa, podemos observar la relación simbólica. La manifestación lingüística, en este caso, interpreta una disposición interna, sin que tenga con ella una relación de necesidad. Se trata de "una relación arbitraria y convencional entre dos series que existen independientemente una de otra" (14) .
Esta relación simbólica es perceptible sobre todo en aquellos ensayos que la critica tradicional ha llamado poéticos. El enunciado expreso de objetos o cosas, de personajes o situaciones concretas, simboliza sentimientos, comportamientos, cualidades, nociones abstractas, ideales o espirituales, que el emisor desea objetivar.

4. La enunciación

Si consideramos el discurso como el acto de producir un enunciado, nos estamos situando en el plano de la enunciación como sostiene Benveniste (15). La relación del emisor con la lengua determina los caracteres lingüísticos de la enunciación. Mediante el acto de enunciación, es decir, de la utilización de la lengua por medio de un acto individual, la lengua se convierte en discurso.
El análisis de tal situación, según Benveniste, permite observar los rasgos lingüísticos que denotan: a los interlocutores -al que profiere la enunciación y al que se presenta como alocutor-, el tiempo de la enunciación, su lugar y sus modalidades.

4.1. Indicios de persona

Atendiendo a estos aspectos, podemos señalar que el discurso ensayístico posee en una alta frecuencia indicios de persona que denotan a quien profiere la enunciación (yo) y a quien se presenta como alocutor (tú). En suma, indicios espacio-temporales denotativos de una fuerte subjetividad. Entendemos esta subjetividad como la manifestación o presencia, mediante elementes lingüísticos, del sujeto en su discurso.
Es muy difícil suponer que este rasgo enunciado no se dé en el discurso ensayístico, puesto que, según los rasgos que hemos anotado en cuanto al enunciado, considerado como secuencia argumentativa incompleta y fluctuante por la libertad que se concede el sujeto emisor para establecer la relación con su referencia o con el destinatario, en el propósito de expresar su particular punto de vista, debe necesariamente manifestar lingüísticamente, verbalmente, su posición, la situación espacio-temporal que lo determina. Recordemos a este respecto las citas de Montaigne recogidas para ejemplificar los caracteres de este tipo de discurso. Estaría demás citar una vez más el ya tan citado aviso al lector escrito por Montaigne en el momento de publicar la primera edición de libro (1580). En cambio, nos permitiremos citar un fragmento del primer ensayo que compone el libro de Unamuno, En torno al casticismo:(16).
"Pienso ir aquí agrupando las reflexiones y sugestiones que me han ocurrido pensando en torno a este punto del casticismo centro sobre que gira torbellino de problemas que suscita el estado mental de nuestra patria. Si las reflexiones que voy a apuntar logran sugerir otras nuevas a alguno de mis lectores a uno solo, y aunque sólo sea despertándole una humilde idea dormida en su mente, una sola, mi trabajo tendrá más recompensa que la de haber intensificado mi vida mental...".
''Lo más de lo que aquí lea le será familiarísimo. No importa. Hace mucha falta que se repita a diario lo que a diario, de puro sabido se olvida, y piense el lector en este terrible y fatal fenómeno. Me conviene advertir; ante todo al lector de espíritu notariesco y silogístico que aquí no se prueba nada con certificados históricos ni de otra clase, tal como él entenderá la prueba; que esto no es obra de la que él llamaría ciencia; que aquí sólo hallará retórica el que ignore que el silogismo es una mera figura de dicción..."
La movilidad del sujeto respecto de su referencia se hace perceptible también lingüísticamente en la permutación o conmutación de las personas(17). Y si bien los géneros literarios determinan, de algún modo, la presencia o ausencia, la entrada o salida del "yo", del "tú" y del "él", y si como son modos convencionales, la escritura puede mostrar variaciones intergenéricas, como de hecho ocurre en la literatura contemporánea. Así el ensayo puede tomar la forma de la novela y viceversa, por ejemplo.

4.2. Relación del sujeto con el discurso o con su referencia

El análisis de la actitud del emisor en la relación que se establece con su discurso o con su referencia, permite observar también una serie de rasgos semánticos que, según su predominio, otorgan al discurso un estilo emotivo evaluativo o modalizante(18). El predominio de alguno de estos rasgos puede originar una tipología de este género, tanto si el acento cae sobre el emisor, como si se pone énfasis en la referencia cuando el emisor manifiesta alguna apreciación sobre el valor de veracidad de su discurso.

4.3. La interpelación

Por otra parte, si tomamos en consideración la actitud del emisor respecto del destinatario, podemos observar la presencia de funciones lingüísticas destinadas a influir en el comportamiento del destinatario, sea para persuadirlo o disuadirlo con la argumentación planteada, sea para impugnar lo ya probado o supuestamente aceptado, etc. En todo caso, estas funciones lingüísticas confluyen en una interpelación expresa o implícita en el discurso como totalidad y su mención.
Este último aspecto nos recuerda la suasoria o discurso deliberativo de las Instituciones oratorias de M. F. Quintiliano, con el cual, pensamos, se da el antecedente más claro de éste género moderno denominado ensayo.

4.4. El monólogo

Por último, puesto que se trata de un discurso personal, escrito, no es de extrañar que la forma expresiva que con mayor frecuencia reviste, sea la del monólogo, en el sentido en que lo define Benveniste, como diálogo interiorizado.

5. Resumen

Resumiendo, y a modo de conclusión, proponemos la siguiente definición formal del ensayo: Un discurso personal que expone una secuencia argumentativa incompleta destinado a interpelar a un destinatario sobre cualquier tipo de referencia.

Notas
(1) El término discurso se usa aquí en la acepción que tiene para Emile Benveniste,
Problèmes de linguistique gènèrale II. Editions Gallimard, 1974, Chapitte v, pp.
79-88.
(2) Para el efecto de las citas de este libro, se sigue la edición de Pierre Viley, Les Essais de Michel de Montaigne. Paris, Presses Universitaires de France, 1965. La versión española está tomada de la traducción de F. Madrid de El pensamiento vivo de Montaigne. Presentado por André Gide. Buenos Aires, Editorial Losada, S.A., 1944, p.
(3) Francisco de Quevedo, "Nombre y descendencia de la doctrina estoica", en Obras completas. Tomo II. Madrid, Editorial Aguilar, 1961 pp. 983 y ss.
(4) J. Corominas, Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, Vol. II. Madrid, Editorial Gredos, 1954.
(5) "Le jugement est un util à tous subjects, et se mesle par tout. A cette cause, aux essais que j'en fay ici, j'y employe toute sorte d'occasion. Si c'est un subject que je n'entende pont, à cela mesme je l'essaye, sondant le qué de bien loing; et puis, le trouvant trop profond pour ma taille je me tiens à la rive: et cette reconnoissance de ne pouvoir passer outre, c'est un traict de son effect, voire de ceux dequoy il se vante la plus.". Chapitre L "De Democritus et Heraclitus", p. 301.
(6) "Je ne fay point de doute qu'il ne m'advienne souvent de parler de choses qui sont mieux traictèes chez les maistres du mestier, et plus veritablement. C' es icy purement l'essay de mes facultez naturelles, et nullement des acquises; et qui me surprendrá d'ignorance, il ne fera rien contre moy, car a peine respondroy-je á auttuy de mes discours qui ne mèn responds point a moy; ny nèn suis satisfaict.
(7) E. Benveniste, Problèmes de linguistique gènèrale II. Gallimard, 1947, Chap. XV, "La forme y le sens dans le langage"; pp. 224-225.
(8) B. Potier, Le langage. Les Dictionaires du Savoir Moderne. París, 1973, p. 484.
(9) C. Bremond, "La lógica de los posibles narrativos". En Análisis estructural del relato. Argentina, Editorial Tiempo Contemporáneo, 1972, pp. 87-109.
(10)R. Barthes, "Introducción al análisis estructural de los relatos". En Análisis estructural del relato. Buenos Aires, Editorial Tiempo Contemporáneo, 1970, p. 13, nota 10.
(11)R. Barthes, en Communication, 16, Seuil, 1970, pp. 172 y ss.
(12)Todorov, ¿Qué es el estructuralismo Poético. Buenos Aires. Editorial Losada, S.A., 1975, p.49.
(13)Op. cit., Chap. L "De Democritus et Heraclitus", pp. 301-304 "Tantost, à un subject vain et de neant, j'essaye s'il trouvera dequoy lui donner corps, et dequoy l'appuyer et estanconner. Tantost ye le promene à un subject noble et tracassè, auquel il N'a rien à trouver de soy, le chemin en estant si frayé qu'il ne pout marcher que sur la piste d'autry. Lá il fait son jeu à eslire la route quy luy semble la meilleure, et, de mille sentiers, el dict que cettuy-cy, au celuy là a esté le mieux choise. je prends de la fortune le premier argument. Ils me sont également bons. Et ne desseigne jamais de la produire entiers. Car ye ne voy le tout de rien: Ne font pas, ceux que promettent de nous le faire veoir. De cent membres et visages qu'a chaque chose, j'en prens un tantost a lecher seulement, tantost a effleurer; et par fois à pincer jusqu'a l'os. J'y donne une poincte, non pas le plus souvent largemment, mais le plus profondement que je sçay".
(14)T. Todorov, Literatura y significación. Barcelona, Editorial Planeta, 1971, "La palabra según Constant", pp. 113-137.
(15)E. Benveniste, op. cit., pp.79-88. Ver también, Roberto Hozven, Prolegómenos al glosario de Literatura. Departamento de Español de la Universidad de Concepción (en prensa); circulan copias mimeografiadas, párrafo 2.3 y ss.
(16)Miguel de Unamuno, Ensayos. Tomo I. Madrid, Aguilar S.A. de Ediciones, 1951, pp. 23-25.
(17)J. Dubois et ali, Rhètorique générale. Paris, Librairie Larousse, 1970, pp. 159-170.
(18)O. Ducrot, T. Todorov, Dictionnaire encyclopédique des sciences du langage. Paris, Editions du Seuil, 1972, "Style", pp. 383-388.

4 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.